La educación ha de ser motivadora, impulsora
de la creatividad del alumno, integradora, basada en las habilidades y pasiones
de los mismos.
Sin embargo, la causa fundamental del mal que está produciendo la educación
no es directamente del maestro, sino de un sistema educativo que obliga al
docente a orientar la educación bajo unos principios estructurados y rígidos
que poco puede variar. Esta condiciona al docente a aplicar ciertos métodos y
estrategias omitiendo sus habilidades, convirtiéndoles en consumidores de
conocimiento, no en productores. El sistema les ha enseñado a no pensar sino a consumir
y mientras más consume éste queda mejor alimentado, pues necesita de ese tipo
de personas, no de individuos críticos.
El enfoque de la educación ha de estar orientado a la parte humana, que permita
su transformación desde la misma persona. Esto supone trabajar con las habilidades de
los alumnos, sus gustos, su condición de persona, no como un todo en el aula
sino desde las necesidades particulares de cada uno.
En fin, una educación que suprime las habilidades del individuo, que no
toma en cuenta su parte afectiva y emocional no es más que una educación poco
humana, pues deja de lado la capacidad creativa de estos, su autonomía y como
tal los cambios sociales más importantes. El modo de enseñar de hoy tiene que ser más humano y personalizado.
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